Vol 22 (2023) Anthropocene Infrapolitics

Open Peer Review of Nigel Clark’s ‘Molten Praxis: Infrapolitics and the Inner-Outer Earth Juncture’

José Luis Villacañas, Alberto Moreiras & Nigel Clark

 

José Luis Villacañas:

He leído como mucha atención el artículo ‘Molten Praxis’ porque coincide con algunos de mis intereses: la antropogénesis y sus causas climáticas, la evolución humana en el seno del valle del Rift desde la foresta a la sabana, el inicio de la tecnicidad, la problemática de la mimesis, la formación de la diferencia dentro/fuera, la emergencia del hogar, la caverna como forma estructural de los orígenes de la estabilidad de un mundo de la vida que permite la diferencia entre lo familiar y lo extraño, y todo eso con anterioridad [Graeber] a las acumulaciones poblacionales que darían lugar a los elementos fundamentales de las dualidades propias de la política. En todos estos pasos y procesos evolutivos resulta inevitable vincular la fragilidad del ente humano que se está formando a los imponentes despliegues de las fuerzas telúricas en sus contextos evolutivos -glaciaciones, etcétera. En este sentido, desde el inicial análisis de Husserl de los años 30, la presencia de la Tierra como elemento activo en los análisis de la antropogénesis y en todo análisis generativo resulta familiar.

Unificando de forma muy llamativa y atractiva las referencias literarias antiguas y modernas de los mundos que preservan los aspectos arcaicos de la historia humana, y que nos ofrecen una huella de aquellas actividades que debieron producir la alegría compartida y enfática de la creatividad social, el artículo se desplaza luego a las fuentes filosóficas que han desplegado sus análisis intentando identificar estas dimensiones originarias, como Heidegger, y de este modo visualizar las experiencias más arcaicas a través de la invocaciones de la polis.

Las tesis del trabajo se mueven en diferentes niveles. Ante todo, creo que el artículo somete a cierta crítica la centralidad de la categoría de Antropoceno, y esto en el sentido de que refuerza la provisionalidad de toda evidencia geológica sobre la que se base el concepto, al menos mientras no estemos en condiciones de conocer los procesos reales que se dan cita en las capas más profundas de la Tierra, la verdadera cosa en sí. El hecho preocupa a los científicos porque mientras no se tenga un mejor conocimiento de esos estratos profundos no se puede entender su relación con los acontecimientos de superficie y, entre ellos, los terremotos, los volcanes y el clima. Mientras no sepamos eso, toda ciencia evolutiva está asentada sobre arenas movedizas. Este es el motivo de la reciente misión de la NASA de mandar un cohete para perforar un asteroide que al parecer tiene su origen en el sistema solar y tendría un núcleo cercano o parecido al de la Tierra. La aspiración es establecer analogías hipotéticas con nuestro núcleo. En este sentido, el intento del Antropoceno de dejar huellas geológicas exclusivamente debidas al ser humano podría estar seriamente comprometido.

Sin duda, se trata de huellas de superficie y tienen eficacia solo para disminuir la verosimilitud de las tesis de algunos filósofos que vieron en el ser humano una pisada sobre la arena del mar que pronto se borra. En suma, el Antropoceno como problema científico tiene de adecuado el hecho de no olvidar la Tierra como elemento central, sujeto y objeto, en la historia evolutiva del ser humano, pero en su sentido más preciso provoca una exigencia de matizar la autopercepción humana, no una exigencia de la autopercepción de la Tierra. En todo caso, alberga una ambivalencia característica. Por una parte, sitúa al ser humano como un ser capaz de intervenciones cósmicas, de producir efectos, lo que refuerza su autoafirmación; pero por otra reduce su megalomanía, pues muestra que todos sus efectos reales sobre la Tierra serán más bien degradantes, perturbadores y molestos, feos y ridículos, lo que dice bien de su disonancia cósmica, de su eficacia práctica y de su insignificancia.

En este sentido, comparto plenamente las cautelas y reservas del artículo sobre esta ambivalencia del Antropoceno, que todavía podía ver sus registros completamente disueltos en un tiempo sin huella humana tan pronto el Planeta activara sus fuerzas telúricas ígneas más intensas. Lo que pueda quedar de los atolones de plástico o incluso de los restos de isótopos radiactivos de origen humano tras una intensa actividad magmática estaría por ver. En todo caso, parece evidente que el Antropoceno trabaja con la temporalidad de la historia humana y en cierto modo es autorreferencial a ella, y no hace uso de la temporalidad interna de formación de la Tierra.

La segunda parte del artículo tiene que ver con la formación de la formación de lo común originario y compartido mediante la apropiación de esa fuerza telúrica última que es el fuego y la fascinación que ha debido producir para tejer los primeros vínculos comunes de creatividad técnica. Por supuesto, esta experiencia estético-técnica compartida alrededor del fuego, no pudo ser la originaria. Tenemos que ver a los seres humanos ya viviendo en común y habituados a actuar en común, dotados de un sentimiento compartido en el goce de determinadas representaciones, para entender esta capacidad de llevar al núcleo de su interioridad aquellas realidades inhumanas. Las huellas arqueológicas, culturales, textuales nos muestran esta lógica de forma clara. Esto es, cuando hablamos de estos procesos de configuración arcaica tenemos que situar los fenómenos de los que hablamos en su espacio evolutivo. Por ejemplo, la generación de un mosaico climático sabana-foresta con graduaciones de todo tipo, como la consecuencia de las explosiones volcánicas en el Rif, que fue decisiva para la sorta de oleadas evolutivas de antropoides, difícilmente pudo producir ya al homo capaz usar miméticamente la lava del volcán para producir sus técnicas de calentar piedras para facilitar su talla o para someter a los metales a altas temperaturas. La continua potencia de la mimesis, que sin duda fue operativa de forma constante, para aplicarse en su concreción tenía que identificar claramente condiciones de posibilidad. La técnica fue también un crecimiento evolutivo cuyas condiciones de posibilidad se abrían cada vez más conforme se alcanzaban éxitos.

La evolución de las agrupaciones humanas posiblemente sea uno de los elementos claves que debe considerar la antropogénesis. Pero la emergencia del hogar, al que hace referencia el artículo, es sin duda un hallazgo muy tardío, que estuvo relacionado con el descubrimiento de la paternidad, algo que ya Freud situó en una fase muy tardía de la evolución humana. Este tipo de problemas antropológicos son ciertamente valiosos en sí mismos. Y lo mismo que plantean el problema de la utilización del fuego, plantean por ejemplo el de la apropiación y uso del petróleo superficial en el oriente medio por parte de aquellos grupos humanos que no tenían todavía una infraestructura técnica para usarlo. Esa historia natural de la relación entre el ser humano y la Tierra, que está conectado a los estudios del Antropoceno es ciertamente fascinante. Joachim Radkau ha hecho cosas interesantes.

Mi problema principal concierne a la relación clara de estos planteamientos con la cuestión de la infrapolítica. La primera intuición es que infrapolítica sea entendida como la reconexión con aquellos estratos evolutivos de los grupos humanos caracterizados por una interiorización más o menos consciente de la Tierra y de sus usos inevitables, pero en todo caso asentados en una mimesis de ciertas formas de comportamiento de la Tierra. De ese modo, la infrapolítica atravesaría de manera franca la desconstrucción y, de la mano de Heidegger, iría a la búsqueda no de lo pre-, esto es, de los estratos previos históricos a un determinado momento cultural, en este caso previo a la constitución de la historia de la metafísica; sino hacia lo infra-, esto es, a los estratos antropológicos previos a la superación del vínculo Tierra-Humano. Esta representación podría caminar de forma convergente a la tesis de Agamben de recuperación de la animalidad como vida que deviene política en la medida en que se asienta solo sobre su condición de animalidad. A eso se referiría Agamben al decir que la verdadera política sería la vida privada.

En este sentido, la incorporación de Negarestani a la conversación infrapolítica no acabo de verla claridad. Cuando el artículo dice:

In what we might read as an infrapolitical register, Negarestani seeks to shift the terms of the debate away from doctrinaire indignation at capitalist rapaciousness in favour of a critical-speculative practice that fully acknowledges and seeks to work through the inherent volatility of the geophysical realm, or what he refers to as the push for an ‘ever-deepening and widening traumatic synthesis’ (2011: 18). In other words, any conceivable passage through the totalising hold of the current social order, given the inescapable geocosmic predicament, must set out from the fault lines that cleave the outer Earth and fissure the human subject.

Clark, 2023: 17

Es verdad que Negarestani quiere superar la vacía indignación frente el capitalismo, y en cierta medida desea mostrar la inevitable aspiración capitalista con su aspiración planetaria, en tanto basada en una incapacidad de comprender de forma adecuada el trauma cósmico estructural de todo lo finito y de ella misma. Pero que el capitalismo y esa aspiración serán inevitables mientras siga en pie el descarrío de dejarse guiar por el modelo confuso del entendimiento malo hegeliano. En este sentido, y activando el freudismo básico de su teoría del trauma, Negarestani buscará inevitablemente vincularnos al sentido de la Tierra, pero también a las realidades de las que la Tierra también se ha escindido en su propio trauma. Lo que esto pueda significar en el registro infrapolítico no parece explícito en el artículo. Lo que se deriva del análisis de Negarestani, y en lo que estoy de acuerdo, es que el capitalismo se presenta como un sistema planetario, pero dispuesto a propiciar una falsa síntesis o superación del trauma, llevando a acto la capacidad de la Tierra de destrucción del mundo. De este modo puede unificar su movimiento con el de la Tierra, pero sin síntesis real de los traumas de los seres humanos, porque en realidad no realiza síntesis alguna en su movimiento continuo de expansión. Creo que Negarestani depende aquí de Hegel. Pero esta fuga en desplazamiento continuo no puede pensarse de modo infrapolítico, creo.

No más claro es el pasaje en el que se pretende extraer formas específicas infrapolíticas de Heidegger. Cuando el autor dice:

But Heidegger isn’t especially interested in fire and its properties or affordances, although he appreciates good, old school, metalwork. Likewise, his acknowledgment of an intrinsic geocosmic discordance is decidedly secondary to his concern with human not-at-homeness: ‘The most powerful “catastrophes” we can think of in nature and in the cosmos’, he declares, ‘are nothing in terms of their uncanniness to that uncanniness that the human essence in itself is’ (1996: 77).  It is precisely the co-implication of these two domains, however; the utterly familiar but strangely opaque enfolding of the seething groundlessness of the planet into the mundane working of the hearth and subsequent fire chambers, I am suggesting, that render them so infrapolitically ‘question-worthy’.

Clark, 2023: 15

Desde luego, esta coimplicación de los dos dominios de extrañeza recuerda al doble trauma de Negarestani, tanto de los sujetos como de la Tierra. Sin duda esto podría estar relacionado con la angustia de Heidegger y a la capacidad de la nada de disolver la estabilidad de los entes. Tendríamos así una extrañeza dual, la del ser humano acerca de sí mismo, y la de la Physis. Estos dos dominios estarían coimplicados. Nos llevaría a una falta de tierra de Planeta y la falta de tierra del humano. Esa doble extrañeza parece que prepara una necesidad de síntesis -en una línea que subyacería a la teoría crítica adorniana-, que es lo que impulsaría al ser humano a poner en el seno mismo de su ámbito más propio lo que pertenece a la tierra como fuego, como barro, a realizar la cerámica, etcétera. Podríamos aquí atisbar aquel fundamento necesario metafísicamente: el hogar, para suplir así esa doble falta y llevar a una reconciliación, que no puede faltar a la infrapolítica como promesa.

¿Por qué todo esto sería cuestionable infrapolíticamente? Veo más bien que daría una dignidad última al ámbito de la infrapolítica y lo situaría en este sentido como originario frente a toda política posterior, en tanto que nos llevaría a estadios evolutivos previos a la construcción de la polis. Mostraría la necesidad del hogar como el lugar de la infrapolítica, como el lugar de la política privada o de la verdadera política, cuyas formas posteriores no serían sino una degradación de la síntesis cósmico-humana fundada en los estadios infra- de la vida. En este sentido, al transformar en hogar lo ajeno, la tierra, lo que hasta ahora podía ser extraño, lo que yace al margen de la síntesis de humano y Tierra, se tendría lo poético originario de Heidegger, que sería el ámbito equivalente a lo infrapolítico de Moreiras.

Es en este sentido en el que interpreto el pasaje que dice ‘Y aquí es donde el hogar -en todo su enigma y ambigüedad- ofrece su provocación para una reimaginación de lo político más allá del juego de la luz, la verdad y el poder’. Lo que ciertamente sería convergente con los planteamiento quizá de David Graeber y su anarquismo antropológico.  

 

Reply from Nigel Clark to José Luis Villacañas

Dear José Luis (if I may)

Many thanks for your detailed and thoughtful engagement with my paper. This means a lot to me, especially as the idea of infrapolitics is very new to me. For several decades I’ve been exploring the idea that any environmental politics needs to view itself as open to and subtended by terrestrial and cosmic processes that vastly exceed the human measure or reach. This has put me on the wrong side of many social science and environmental humanities colleagues who seem almost entirely invested in mutual or co-constitutive society-nature relations, so it has often felt like a lonely endeavour. Only recently, at the June 2023 Pensar el Antropoceno conference that prompted this special issue to be exact, did I find out that there was a whole body of thought centred in Spanish and Latin American literary studies and philosophy also exploring the idea of the relationship between politics and its unassimilable outside. This has been something of a revelation, and it has been a pleasure to discover new colleagues, though I am still working out how my own thought relates to this body of work, and the range and difference to be found within this field. This is also why I am especially grateful for the depth and the generosity of your comments, which are deserving of an article in themselves.

I agree that the connection of Negarestani’s work with the infrapolitical idea was hasty and I’ve given it a little more attention. It still needs work, especially considering Negarestani’s more explicit conversation with Hegel in the book Intelligence and Spirit, although this takes off from the theme of synthetic intelligence rather than habitation of a volatile Earth. In my own conversations with Hegel, I am still grappling with the question of whether synthesis for him means some kind of reconciliation between society and nature, or whether, more as Žižek or Todd McGowan seem to be arguing, that it involves a recognition that both the human and the natural contain their own insuperable contradictions, and that ‘synthesis’ means nothing more than acknowledging and living up to that doubled irreconcilable predicament. The latter interpretation for me potentially speaks to Negarestani’s earth- and cosmic-scaled ‘traumatic synthesis’ – and seems to also relate to your point about the ‘double strangeness’ of the not-at-home human and the nonself-sameness of the Earth – which I had not thought about in relation to Adorno.

Regarding capitalism, I have been slowly working on the idea from Earth systems science and the Gaia hypothesis that as an aging planet, the Earth may be growing increasingly susceptible to generating positive feedbacks or runaway events, which for me suggests possibilities for the critique of capitalism that are very different from simply ‘denaturalising’ capitalist relations. This idea still needs work before I am ready to unleash it on my Marxist colleagues…

Your questions about how the human capacity to reproduce a kind of fiery or volcanic agency first emerged are intriguing and again deserve an article on their own. I have been taken up with the conversation with geology and haven’t yet done enough work linking this to the more encompassing concept of mimesis, although you have reminded me of the wonderful line from Benjamin: ‘What, in the end, makes advertisements so superior to criticism? Not what the moving red neon says-but the fiery pool reflecting it in the asphalt’. Here, the connection you make with the already-being-in-common of human groups feels pivotal. I have been looking at the cooperative breeding hypothesis – which stresses that hominin and proto-hominin infant-raising required collective child-raising and provisioning, and that this in turn called for the active soliciting of care from multiple potential caregivers by infants themselves. As researchers suggest, this most likely hinged – and still hinges – on a kind of infant mimesis of adult facial expressions and gestures (in this regard I am not yet aware of anyone conversing with Levinas on the face of the other, but it feels like – with due care – there is potential). This approach also stresses that infant-carer bonds (which does not imply ‘parents’) are not instinctual or given but require early and ongoing effort – implying the constant possibility of shortfall or failure, and I have just begun to explore how this relates to the experience of a dynamic and uncertain Earth. I am also interested both in how this relates to human mimetic relationships with animals and other living beings, but also how it relates to the much later ‘tending’ of, or care for, fire – but here again this is very much a work in progress. 

I’m not sure I’ve answered any of your questions, but I’ve greatly enjoyed your prompts and provocations – which somehow manage to both converse with this paper and with numerous other things I’m thinking about. Again, my immense gratitude for the ideas you have shared.

with very best wishes

Nigel

Alberto Moreiras on ‘Molten Praxis’

Dear Nigel:

I hope you are doing well.  It was a great pleasure to meet you and spend some time together in Vigo.

I have read your paper, and I thoroughly enjoyed it.  It is elegant and subtle, and it proposes new thought: it is a gesture toward new thought and away from the usual pieties that you may find as paralyzing as I find them, like the ones you refer to in your second page.

I have not read Negarestani yet, his stuff is not easy to find.  But I am now reading Eugene Thacker’s ‘horror of philosophy’ trilogy, and I find there a certain move that, if I may, I would relate to yours, even if only at the level of problematizing conventional responses to the ‘predicament’.  He certainly worries about ‘other-worlding possibilities’.  And about the development of a philosophical position that avoids the tiresome return to tried and failed political or seudo-political claims and solutions. 

I was very intrigued by your use of infrapolitics.  I realize Peter, Gabriela, and Pedro may have forced your hand a bit through the very title of the volume, but I was also grateful for and pleasantly surprised by your thematic constellation (the uncanniness of the hearth, withdrawn interiority, the subtraction from what goes as light and truth, groundlessness itself, insuperable dislocation). 

It is precisely when you introduce Negarestani and when you say ‘any conceivable passage through the totalizing hold of the current social order, given the inescapable geocosmic predicament, must set out from the fault lines that cleave the outer Earth and fissure the human subject’ that I felt I wanted to read a bit more on it. This would be my only suggestion: to push you to elaborate a bit on that thought, so that you give us more than an intuition of what you have in mind when, in the next page, which is the last one, you say ‘the inner-outer Earth juncture and its human articulations . . . are at once the condition of possibility of what we call politics and a set of forces and operations that defy full assimilation into the realm of the political’.

Where do we go from there? Into a certain new praxis of existence or into a new politics or into both, as the quotation from Lynes, which I associate to the Eckhartian (but also Heideggerian and Derridean) Gelassenheit that is so prominent in the Lynes-edited and -prefaced Advances by Derrida. This Gelassenheit—’letting the earth be the earth’, etc., and you conclude there—is indeed the beginning of a new gesture of thought. And not an easy one. 

I really enjoyed reading the paper. Thank you so much for your contribution to this volume.

All the very best,

Alberto

Nigel Clark’s Response to Alberto Moreiras

Dear Alberto,

A pleasure indeed. I’m still coming to terms with the fact that one of the conferences I most enjoyed in my life and got the most out of was largely in a language I didn’t understand.

And thank you so much for generous comments on the article. No need to force my hand! It’s been a little fast forward, but I’ve enjoyed catching up with the infrapolitics literature and some of the thinking behind it, it resonates with and gives a new angle on things I’ve been grappling with for quite a while. I read the rest of your Infrapolitics Handbook simultaneously with Fred Moten’s Black and Blur as I drifted across the north of Spain on the way home, and that was a great conversation, and partly the trigger for the article. Happy to deepen the engagement with Negarestani’s point, which I think is hugely provocative, and I’d like to spend a lot more time, sooner or later, exploring some its implications. I think there’s quite a lot in common with Thacker, a shared moment, but I’ve only read a little of Thacker.

The ‘where do we go from here question’. Yes, that’s where I want to be now and for the (un)foreseeable future! Last week at a conference I was talking to an Indonesian woman who works with tsunami preparation in places where they are five minutes or less from the active subduction zone. There’s something about the urgent and brutal practicality of that problem being so bound up with the question of living or dwelling with the ‘monstrously impolitic’ that for me both provokes and underscores the question you are asking. So much to talk about…

Thanks again for your thoughts on the paper, and look forward to staying in touch.

Very best wishes

Nigel